lunes, 7 de septiembre de 2015

RECUERDOS DE INVERNALIA


4 de septiembre de 2015. Me enfundo pantalón corto, camiseta y zapatillas. Lleno el maletero. Doce de la mañana. Un viaje largo me espera. Bienvenidos al Sur.

Primera parada: 14:30. Hervás, Extremadura. Los camareros ya desbordan alegría y me planto con mi carácter castellano, si cabe melancólico tras apenas unas horas de haber abandonado entre lágrimas Invernalia, como así bauticé a Medina hace ya tres años.  De norte a sur. De la tierra de las nubes plomizas al paraíso del sol. De la montaña a la playa. Del invierno al verano. La carretera es diferente, aburrida, no hay curvas, ni desfiladeros, ni iglesias románicas. Predomina el amarillo, no hay pueblos intermedios, la tierra está seca.
No hace ni veinticuatro horas que he salido y me doy cuenta de todo lo que voy a echar en falta las Merindades:  las montañas, las rutas, el verde, los paseos y los baños en el río y sus crecidas, las nieves, los amaneceres desde la ventana, las tardes de zuritos, las mañanas de vermouth..

Segunda parada: 17:00 Monesterio, Sevilla. Área de servicio de masas. No hay más que gente. El pelo de las féminas se alarga, los decibelios suben y las conversaciones se tornan difíciles de discernir. Empiezo a pensar que Huelva está infinitamente lejos. Los kilómetros por hora se elevan casi a la misma velocidad que los grados centígrados: 18, 19, 20, 21….27 y 28.
Antes de imaginarme entrando en el nuevo instituto con peineta y traje de lunares me viene a la cabeza el Castella Vetula. Tres años allí han conseguido que me enganche a mis compañeros, a los fijos y a los móviles, a mis alumnos, al centro, a mi aula. Tres años de aprendizaje y tres años que me acompañan en la carretera.


Llegada a destino: tras sufrir el tráfico de Sevilla pienso que no estoy preparada para viajar escuchando Radio Flamenca, Radio Olé o Radio Compás.  Irremediablemente me vienen a la cabeza Radio Nervión, Radio Gaztea y Radio Espinosa Merindades. Sigo mi camino y consigo entrar después de ocho horas a Huelva, veo mi hotel, y cuando creo que ya puedo bajar del coche me adentro sin querer en el centro de Huelva, mi gps no funciona y empiezo a desesperar. Tras cuarenta minutos llego a la meta y expulso cuarenta lágrimas tras la tensión acumulada, que solo consiguen mitigar las gambas y el jamón de la cena. Mañana será otro día.

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