viernes, 23 de octubre de 2015

PINCELADAS DE HUELVA

Cuando parecía que el blog de la primera semana era solo una terapia se me ha encendido una bombilla esta mañana y aprovechando mi baja por un pequeño contratiempo he pensado en escribir un par de entradas para amenizarme la mañana.
Un mes y medio en el que nos ha dado tiempo a perder las llaves del coche, a pagar un par de multas de aparcamiento, a dejarnos puestas las llaves dentro de casa y la piel en el cerrajero, ¡¡139 euros nos llevó el paisano!! porque sí, parece que encontramos lo que al parecer va a ser nuestro hogar este año: tres habitaciones, dos baños y una pequeña terraza. Es un piso, lo contrario a la casita ideal con piscina que yo buscábamos, pero la realidad es que en una semana no se puede pedir más. Lo hemos elegido en el barrio de Pescadería, un barrio construido hace diez años sobre lo que todo el mundo recuerda como el horror de Huelva, el lugar donde tiraban las sobras del pescado o algo así; la verdad es que el barrio en cuestión está logrado. Vivimos a escasos metros del mercado que nos encandiló al llegar; a un pie del centro y a un pie de las afueras; desde la terraza se ve ya la ría, que es el límite que separa la ciudad con las marismas del Odiel y desde donde se ven unas puestas de sol espectaculares. En nuestra avenida unos cuantos bares para comer bien y bastantes árboles.



 Sí que es cierto que en Huelva se mantienen fábricas, y que a veces huele mal, y que hacen un efecto horroroso al estar enfrente del parque natural, y que la ciudad por sí misma no tiene nada (ya nos explicaron que la mayor parte cayó en el terremoto de Lisboa y que no se molestaron mucho en rehacerla ordenadamente.)

 A aquellos que me decían que era como un pueblo..pues sí, en cierta manera sí..pero vengo de vivir en pueblos de 5000 habitantes durante cuatro años y a mi me sigue pareciendo que está todo lejos, que andar diez minutos para ir al centro de la ciudad es de locos y que caminar quince para ir al gimnasio en lugar de cinco es perder el tiempo; en cualquier caso el aire que se respira no es digamos cosmopolita, pero la gente sale a la calle, y eso me gusta..y son niños..y es gente joven...no se ve una población tan envejecida como en Castilla. Y cuando queremos cosmopolitismo y moderneo, pues nos vamos a Sevilla, que está a una horita y siempre hay cosas que hacer.

A pesar de que en la ciudad nos manejamos más o menos bien no hemos terminado de arrancar. El inicio de curso nos dejó poco tiempo para apuntarnos a actividades y mi repentina operación retrasó la llegada de las rutinas, de los ingleses, de los gimnasios y demás, pero nos ha dado tiempo a iniciarnos en el mundo de las plantas y en el de la guitarra, a ver un montón de pelis y hasta a ponernos césped en nuestra pequeña terraza urbana y a hacer todas esas cosas que no solíamos hacer por pasarnos los fines de semana y las vacaciones de viaje.

En otro orden de cosas, hacer lazos en un pueblo siempre es más fácil, hablas con el frutero, con el camarero de turno, siempre ves las mismas caras y al final conoces a todo el mundo; en este sentido echo de menos la vida en el pueblo. Llegar a una ciudad siempre es más difícil en este sentido..que sí que quedamos con algún compañero, pero es diferente, la gente tiene más prisa, no necesita quedar para ver la vida pasar...al menos es la sensación que me da..claro, que esto también es una sensación de profesora que no ha asentado el culo en siete años.  De momento aprovechamos las visitas, que ya es un paso (ya vamos por la cuarta, para quien quiera reservar).

Me quedo con ganas de comentar pormenores andaluces, pero eso ya será en otra entrada:)